miércoles, 26 de octubre de 2011

Bienvenido al infierno


4th entrada FINAL

(22 de enero 2012)
Ha pasado casi un mes desde que mi mundo se vino abajo, desde aquella noticia que cambiaria mi vida para siempre, y que todavía aún no logro asimilar. Parece que todo es un sueño, o más bien, una pesadilla. Quisiera poder despertar dándome un tiro en la cabeza, para ya no tener que preocuparme de nada. (Como lo pensé muchas veces antes, pero nunca tuve el valor de hacerlo).
Pero, ya no puedo pensar así. Ahora más que nunca me necesita mi familia y no pienso dejarla sola. Mientras tenga algo por quien luchar, prometo nunca rendirme”.

El viaje hacia la frontera de Estados Unidos ha sido un verdadero caos. Mientras se corrían rumores de que México estaba al borde de la guerra. El Gobierno lo negaba sínicamente diciendo que todo está bajo control y que no debemos alarmarnos. Hasta que Estados Unidos afirmo esos rumores. Le declara oficialmente la guerra a México. Todo el país estaba anonadado y muerto de miedo por la noticia. exigían respuestas al Gobierno mexicano de cómo llego a suceder esto, pero si el mismo Gobierno mexicano no sabía cómo reaccionar ante tal situación, y los ciudadanos mucho menos.

Nadie sabía lo que realmente estaba pasando, ni los periodistas que se encargan de descubrir la verdad. A los noticieros les tienen prohibido transmitir cierto tipo de información, no nos dejan saber lo que está pasando. Recuerdo aquellos días donde pasaban en la tele todo lo que queríamos escuchar; como cuando ganaba México a no sé qué país de África, o los estúpidos programas de reality show, o la novela de las diez de la noche. Solo con el fin de controlarnos cada vez más y no dejarnos pensar en lo que realmente estaba pasando afuera.

En medio de todo este caos, escuche en la radio que Estados Unidos había sido atacado. Un edificio completo en Nueva York fue pulverizado por jets de combate F-17. Los jets no fueron reconocidos pero Estado Unidos afirma que es otro cobarde ataque de México.

Tras un día de viaje, estábamos en Nuevo León, Monterrey. Nos detuvimos para descansar un poco, recoger provisiones y combustible. Íbamos en una camioneta: mi amigo Alberto, su tío Adolfo, mejor conocido como “el führer” (líder del cartel), Jorge el primo de Alberto y hermano de Ashley, otros cuatro tipos que no conocía pero se veían rudos, y yo.
Estábamos comiendo un poco, cuando de pronto se escucho un gran estruendo como si fuese un rayo cayendo justo en frente de nosotros. Alzamos la mirada y vimos una formación de aviones de combate. Eran demasiado grandes como para ser jets de pela. “¿Son jets?” Pregunte. Me respondió Alberto: “no, son aviones bombarderos, cuyo único objetivo es destruir grandes hectáreas de terreno.”

Asustados, nos tratamos de esconder donde pudimos, pero de repente los escuchamos menos y cada vez menos, hasta que ya no los oímos por completo. Me asuste mucho esa vez. El simple hecho de escuchar el motor de esos monstruos me estremecía la piel.

Posteriormente, nos refugiamos en una casa de un conocido de por allá. Estaban arreglando todas sus armas, preparándose para dar el salto final. La verdad, no sabía que me daba más miedo: si salir a las calles y escuchar el estruendo de los aviones, viendo tanques del ejercito trasladándose hacia el norte, o quedarme con esas personas que me daban miedo simplemente por su forma de hablar, por la forma en que todo lo relacionaban con la muerte y las drogas. Sabía que eran todos narcotraficantes, hasta mi amigo Alberto apenas se estaba iniciando, pero muy dentro de mí sabía que no tenía otra opción. Si quería llegar a Estados Unidos a salvo, tenía que permanecer con esas personas hasta el final.

Después de terminar de enlistarnos, seguimos nuestro camino hacia el norte, siempre cuidándonos de no ser detectados por el ejército mexicano y mucho menos por aviones estadounidenses. Lo último que escuche decir de “el führer” fue que se estaban preparando enserio. Me pareció oír también que estaba esperando más tropas en la frontera con Estado Unidos, que por su hija lo valía, y que si era necesario sacrificar mil hombres, estaba dispuesto a hacerlo.

Después de cuatro horas de traslado por fin llegamos casi a la frontera con Estados Unidos. Llegamos a un punto exacto donde nos esperaba un grupo pequeño de personas armadas, y después de identificarnos, nos dejaron pasar a una enorme bodega subterránea. Para mi gran sorpresa; me encontré con un gran número de personas, con toneladas de drogas, y con mucho armamento militar, suficiente para satisfacer un ejército por completo de mil hombres.
Sin previo aviso, “el führer” me saco de la camioneta, me apunto con una pistola y yo estaba aterrado de miedo. “¿Creíste que sería tan fácil? Todos somos parte de la misma familia. Antes de que sigas con nosotros, veremos si tienes lo que se necesita para ser parte de la familia.”  Fue lo que me dijo inmediatamente después de sacarme de la camioneta. Después me dio la pistola y me dijo: “¿ves a ese hombre de allá?... Mátalo.

“¿Qué? No puedo hacerlo” respondí con un nudo en la garganta. Después me dijo: “bien, lo hare yo, y después te matare a ti. La vida se basa en la supervivencia. ¡Decide! Tu o él.” Me quede callado, no sabía qué hacer, estaba tan asustado, pero no iba a renunciar a mi promesa, así que tome el arma, la sujete firmemente, temblando apunte donde se encontraba aquel tipo, cerré los ojos, y… dispare.

Abrí los ojos. Después de someterme a tal presión, ahora todo estaba tan calmado. “No puede ser que haya matado a un hombre” pensaba en mi interior. Recuerdo como la sangre cubría mis pies. Fue una sensación tan escalofriante. No sé porque, pero muy en mi interior: había sido una sensación plenamente satisfactoria.

“Ya eres de los nuestros” me dijo Alberto, estrechándome la mano. La verdad no tenía idea de lo que había hecho, pero ahora ya pertenecía a un grupo que me podría ayudar a buscar a mi madre.
Segundos después, nuestro líder Adolfo, recibiría una llamada informándole un ataque de Estados Unidos sobre baja california, y también la desmantelización de toda la red eléctrica del país. En esos momentos, se fue toda la energía eléctrica. Estábamos completamente a oscuras en la bodega.

“Esto será un pequeño problema, pero no nos impedirá llegar al otro lado” exclamo Adolfo. Así que recogimos un par de lámparas, armamento, provisiones y nos dirigimos hacia un túnel que conducía a Estados Unidos. De repente se escuchaban más y más aviones sobrevolando nuestro territorio. Tenía miedo, no sabía lo que estaba pasando, ni lo que estaba a punto de hacer. Solo espero llegar a mi objetivo y no morir en el intento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario